Difícilmente Diego Schwartzman olvidará esta semana en Roma. A los 28 años, el tenista argentino llegó a su primera final de categoría Masters 1000, con el plus de haberlo alcanzado en uno de los certámenes más tradicionales del circuito. Sin embargo, el Peque cayó en el último desafío en el Foro Itálico al perder, en la definición, con el número 1 del mundo, Novak Djokovic, por 7-5 y 6-3, en 1h53m. El porteño, que hubiera llegado al Top 10 en caso de haber triunfado ante el serbio, ascenderá del puesto 15 al 13 (su mejor posición histórica fue 11°, en 2018) y, tras bajarse del ATP 500 de Hamburgo (comenzó hoy), su próximo torneo será Roland Garros, que se iniciará el domingo.
Con 1,70 metro, Schwartzman se convirtió en el finalista de Masters 1000 de menor estatura de la historia (superó la marca del sueco Mikael Pernfors, de 1,73m, que ganó el título en el Masters 1000 de Canadá en 1993). Octavo finalista argentino de Masters 1000, no pudo unirse a los campeones Guillermo Coria (2 títulos), David Nalbandian (2), Guillermo Cañas (1) y Juan Martín del Potro (1), pero su ganancia en Roma (además de un cheque de 150.000 euros) fue sumamente valiosa. Para siempre quedará lo que logró en los cuartos de final: derrotar a una leyenda como Rafael Nadal, el mayor dominador sobre superficies lentas de la historia.
«Lo más positivo es haber roto una barrera más de las que a veces uno anota en el librito de objetivos. Un año había hecho cuarto de final de Masters 1000, el año pasado hice semis acá en Roma y este año hice una final. Son alegrías que me doy y mi equipo también; sentir que crecí, que hice algo mejor. Para seguir creciendo en el ranking hay que ganarles a los que están arriba en instancias de cuartos de final y de semifinales en estos torneos. Si no lo hago seguiré teniendo, quizás, un gran pasar, o regular, jugando muy bien y donde estoy, pero si quiero dar otro paso tengo que repetir en el año algunas semanas como esta y sentirme capaz de poder hacerlo», analizó, con objetividad.
Si hay una manera ideal de comenzar una final de tenis es rompiéndole el servicio al rival y así lo hizo Schwartzman, después de varios puntos luchados y jugados a máxima velocidad (1-0). En apenas 12 minutos de partido, con el Peque sacando 1-0 y ventaja, empezó a lloviznar, en una jornada de 25 grados y 64% de humedad. Las condiciones se volvieron más pesadas, pero aceptables para seguir jugando (el sueco Mohamed Lahyani, umpire del match, revisó los flejes y autorizó la continuidad). El balcánico siguió fallando (varios drop shot imprecisos) y el argentino, sólido, volvió a quebrarle el saque a Nole (3-0).
Pero una leyenda como Djokovic, poco a poco, fue poniendo más presión sobre el porteño, buscando alternativas para incomodarlo, martillando con el revés (probablemente el mejor del circuito) y, en el cuarto game, le quebró el saque (1-3), tras una doble falta del Peque. Schwartzman empezó a retroceder en la cancha y Djokovic incrementó su ilusión. Y lo que se había iniciado con un color albiceleste, fue mutando. En el sexto game, el argentino volvió a no ser confiable con el servicio y Djokovic lo quebró, igualando el score (3-3).
En el noveno game, con Djokovic sacando 4-4, el jugador entrenado por Juan Ignacio Chela tuvo una nueva chance de quiebre, pero fue bien defendida por Nole que, constantemente, utilizó el drop shot como recurso. El campeón de 17 trofeos de Grand Slam aceleró y sostuvo su servicio (5-4). En el décimo game, Novak gozó del primer set point, pero el argentino, en un momento de suma tensión, pudo calibrar el servicio y defenderse (5-5). De inmediato, Djokovic ganó su servicio y le trasladó la responsabilidad al Peque que, rápidamente, quedó 0-40. En el tercer set point de ese game, finalmente Djokovic logró quedarse con el parcial por 7-5, en una hora y 11 minutos.