Alberto Fernández se prepara para un miércoles negro y apuesta todo a frenar la inercia inflacionaria a partir del próximo mes; Máximo Kirchner y Kicillof buscan limar al jefe del Estado y a Guzmán
El golpe implacable impactará en los cimientos de una estructura ya debilitada. El Gobierno se prepara para un miércoles negro y anticipa un tsunami de críticas, gran parte desde dentro del Frente de Todos. El objetivo es resistir, aunque nadie se atreve a anticipar el resultado. La cifra de la inflación de marzo, que se espera está por encima del 6 por ciento, actuará como un catalizador para aquellos, como la vicepresidenta Cristina Kirchner, que exigen la capitulación absoluta del Presidente y su equipo económico.
Alberto Fernández ya anticipó que nada cambiará su estrategia, la resistencia silenciosa. El Presidente sabe que su futuro está atado a tres variables: la inflación, salarios y la inseguridad. La meta es sostener el crecimiento y bajar la inflación. Hasta ahora fracasó. Pese a los números y la expectativa del mercado, que elevó por séptimo mes consecutivo sus proyecciones de inflación para este año al 60,9%, está convencido que los próximos meses se frenará la inercia y cambiará la tendencia.
Esta semana quedó claro donde se juega la batalla interna y quiénes son los encargados de liderarla. Máximo Kirchner se replegó en la provincia de Buenos Aires y desde ahí busca limar al Presidente y sus principales colaboradores. En ese juego se destaca la virulencia con la que ataca desde hace dos semanas Axel Kicillof.
“¡Que hablen! Todo se va ordenando”, le dijo el Presidente a uno de sus interlocutores en las últimas horas. Dos temas desvelan a Fernández: inflación e ingresos. Fernández se aferra como un náufrago a un tronco a los informes que llegan a su escritorio que indican una desaceleración de los aumentos de los alimentos en abril.
Sin diálogo entre el Presidente y su vice, todo se mueve de forma anárquica. La desconfianza entre las distintas terminales de poder dentro de la coalición oficialista llegó a un estadio de crisis terminal. De un lado y del otro saben que algo tiene que ocurrir, aunque nadie sabe bien qué ni cuándo. El hartazgo es el sentimiento que desborda entre los mandos medios del gobierno nacional.
Hasta ahora no hubo ni siquiera un pliego de condiciones para tratar de acercar posiciones. Nadie le acercó al Presidente la supuesta pretensión de que Cristina Kirchner quiere la renuncia del gabinete económico y la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Por las dudas, cerca del mandatario anticiparon la respuesta. “Alberto no lo va a aceptar. Eso no existe. Hasta ahora se la bancó solito. ¿De dónde son fiscales de la gestión?”, cuestionó un albertista paladar negro a los críticos de su jefe.
En el listado de acciones que el Presidente encaró sin “ayuda” del kirchnerismo duro enumeran la compra de 105 millones de vacunas contra el coronavirus, la construcción de hospitales, la implementación del IFE para nueve millones de personas y el ATP, entre otros.
“¿Dónde estaban ellos? Alberto no le va a dar pelota a Cristina. Hasta acá no los necesitó. Lo que tenemos que atravesar es una crisis de precios”, describió uno de los funcionarios de máxima confianza del jefe del Estado. En el listado de buenas noticias enumera el crecimiento económico, la generación de empleo y que bajó el número de pobreza. Pero nada alcanza cuando los alimentos suben a un ritmo de entre 5 y 10 por ciento, admitieron cerca del mandatario.
Es por eso que abril será un mes complicado para el Presidente. El optimismo de Fernández, por momentos irracional, es “aguantar” hasta que los signos de recuperación que dicen desde el gobierno nacional que ya se ven en las planillas de excel se materialicen en la calle.
Mientras tanto, seguirá con el método que le recomendó Agustín Rossi, su nuevo “consigliere”, de dejar de hablar de la interna del Frente de Todos y la pelea con la vicepresidenta Cristina Kirchner y su hijo, Máximo.
En los últimos días la embestida recrudeció. El líder camporista, a quien ya caracterizan en algunos despachos oficiales como “el principito”, y el mandatario bonaerense dejaron de lado sus diferencias por un nuevo objetivo superador: marcar las diferencias con la Casa Rosada. Así fue que se mostraron juntos en La Plata. Desde ese escenario, Kicillof reclamó “políticas nacionales que fomenten el impulso en la provincia”. Unos días antes había anunciado que la situación social “en el conurbano y el interior no da más”.
Los últimos movimientos, en los que también está involucrado el jefe de Gabinete bonaerense, Martín Insaurralde, demostraron que Máximo Kirchner se replegó en la provincia, principal distrito electoral del país con casi cuatro de cada 10 votos nacionales.
El secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, reclamó la suba retenciones y la implementación un control de importaciones. “Si no esto se va a poner feo”, advirtió el guardián de los precios que desde que asumió, hace seis meses, fue testigo privilegiado de un incremento de la inflación de más de 25%.
Pero fue Oscar Parrilli, el principal exegeta de Cristina Kirchner el que pegó debajo de la línea del cinturón. “Vamos a terminar yendo a las elecciones con una boleta de [la directora gerente del FMI] Kristalina Georgieva”, lanzó el senador.
Al Presidente le alcanza con que ninguno de los principales jugadores de La Cámpora que integran el Gobierno lo critique en público. Ellos son el ministro del Interior, Wado de Pedro –que volvió de Roma sin la foto que fue a buscar: pese a las gestiones no hubo recuerdo con el Papa–; la titular de la Anses, Fernanda Raverta, y Luana Volnovich (PAMI).
“Nadie está postergando a la Argentina, y el primero que no va a dejar que la Argentina se postergue por eso, soy yo. Y hay sobradas muestras de que no estamos postergando”, dijo en las últimas horas el Presidente.
Fernández se recostó en las últimas semanas sobre su equipo de siempre: Santiago Cafiero, Martín Guzmán, Vilma Ibarra, Julio Vitobello, Cecilia Todesca y Juan Manuel Olmos. A ellos se sumó Rossi. Ya dejó atrás la bronca y busca enfocarse en los problemas económicos que agobian a los argentinos. Pero se lamenta por el intento del kirchnerismo duro de adelantar la pelea por 2023. “Es un error, nos desgasta a todos”, concluyó otro integrante del gabinete.