“Conozco alguien que sabe de números y nos puede ayudar: se llama Javier Milei”, dijo Guillermo Francos, con su atribulado socio, el dirigente mendocino Carlos Balter, del otro lado del teléfono.
De ese modo, y hace poco menos de quince años, Francos buscaba resolver junto a Balter la venta de un emprendimiento comercial (la fabricación de tapones sintéticos para vinos), que no había dado los resultados esperados. Francos conocía a Milei del trabajo compartido en la Corporación América y los unía una relación de confianza.
Fue basado en ese vínculo que tiempo más tarde Milei le dio a Francos -abogado, empresario y con experiencia política- un rol importante en su campaña electoral para la presidencia, después le confió el Ministerio del Interior y ahora lo eligió para reemplazar a Nicolás Posse -un amigo común- como jefe de Gabinete.
Francos es reconocido como un dialoguista que ejerció multiplicidad de cargos ejecutivos y legislativos en el último medio siglo. Con mil batallas en el lomo desde distintas trincheras, es un conocedor desde adentro de “la casta” que Milei se propuso combatir. Es, también, un militante de causas que en la Argentina siempre fueron minoritarias. Siguiendo instrucciones del Presidente, como ministro se fijo la Ley Bases como objetivo inmediato.
Hijo de un vicealmirante de la Armada, Francos nació en el hospital naval de Puerto General Belgrano, en abril de 1950. Su vocación política se despertó en los claustros de la Universidad del Salvador, donde se recibió de abogado en 1974, luego de cinco años de estudio. “Fui presidente del Centro de Estudiantes, siempre desde la centroderecha”, recuerda el propio Francos, y también así lo recuerda su amigo Balter, presidente del Partido Demócrata y actual miembro del directorio del Banco Nación. A fines de la década del 60, la efervescencia revolucionaria no se sentía en su universidad, a salvo del “zurdaje”, rótulo con el que su generación definía a los grupos guerrilleros como Montoneros y el ERP.
Francos y Balter trabajaron en la candidatura de Francisco “Paco” Manrique, también marino retirado devenido en político, que en 1973 intentó competir nada menos que contra el delegado de Perón, Héctor Cámpora, y el radicalismo de Ricardo Balbín. Terminó tercero, con 15 puntos porcentuales. “Estuve en la calle, afiliando gente en la entonces circunscripción 18, hoy Palermo”, recuerda Francos, cincuenta años después.
Los archivos reconocen, en aquella década del 70 marcada por la inestabilidad económica y la violencia política, al joven abogado trabajando como secretario en el Ministerio de Justicia del gobierno de facto de Alejandro Lanusse; como letrado en el mismo ministerio a lo largo del tercer gobierno peronista y, durante la última dictadura militar y hasta 1985, como director del Instituto Nacional de Crédito Educativo, entidad que había sido creada en 1968 por el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía.
En 1982, con la democracia asomando en el horizonte, Francos se encargó de la creación, siempre cerca de Manrique, del Partido Federal, con el que su jefe político intentaría dar nuevos pasos en la política grande. Luego de una experiencia fallida en la elección presidencial de 1983, en la que apenas llegó al 1 por ciento de los votos, Manrique logró un buen desempeño en las legislativas de 1985, en las que no llegó a ser diputado, pero sí consiguió un cargo Francos, su primer cargo electivo: concejal por la ciudad de Buenos Aires.
En soledad –el segundo en la lista, Héctor Montesano, se quedó afuera por muy pocos votos–, Francos comenzó su carrera como legislador en un Concejo Deliberante porteño que pronto estaría salpicado por escándalos de todo tipo. Así lo conoció Paula Bertol, por ese entonces una joven estudiante de abogacía, a quien Francos le dio su primer trabajo y la incorporó al partido. “Dudé de que me llamara porque yo le confesé que me faltaban cinco materias para recibirme de abogada. A los 15 días me llamó y empecé a trabajar con él por la hoy
en su estudio jurídico especializado en derecho marítimo y por la tarde en lo que era el antiguo Concejo Deliberante”, cuenta Bertol, exembajadora en la OEA durante el gobierno de Cambiemos, que describe a Francos como “un líder muy inspirador”. Otros jóvenes convocados en ese entonces fueron Martín Borrelli (actual síndico de Lotería de la Ciudad) y Marcelo Forgione (hoy vicepresidente de Parques Nacionales).
Otro dirigente que lo conoció en el Concejo Deliberante fue Federico Pinedo, también concejal por el Partido Demócrata. “Los primeros años fuimos opositores a la UCR, en aquel entonces con Facundo Suárez Lastra de intendente. Después Manrique acuerda con [Raúl] Alfonsín”, recuerda el expresidente provisional del Senado, hoy sherpa argentino ante el G20.
Francos seguiría en el Partido Federal por una década, y desde ese lugar apoyaría la candidatura (como compañero de fórmula) del por entonces joven Gustavo Beliz, cabeza del partido Nueva Dirigencia, a jefe de gobierno porteño, en 1996. Su amistad con Beliz entregaría nuevos capítulos, muchos años más tarde.
La vida de Francos dio un nuevo giro en 1997, cuando conoció a Domingo Felipe Cavallo, por entonces ya fuera del Ministerio de Economía de Carlos Menem y enfrascado en una pelea cuerpo a cuerpo con el empresario Alfredo Yabrán. “Cuando lo empiezan a atacar, y a meterle denuncias, le ofrecí ayuda”, resume. Francos se convertiría no sólo en su abogado defensor, sino también en artífice de Acción por la República, sello desde el cual ambos llegaron a la Cámara de Diputados ese mismo año. “No creo que ser ministro y negociar las leyes sea lo más difícil que Francos hizo en su vida. Oponerse a Yabrán tenía un costo altísimo en aquel momento, y él lo hizo. Es un tipo de principios, con mucho coraje personal”, lo elogia Pinedo.
“El Mingo tenía todas las pruebas, no pudieron sacarle ni una [prisión] preventiva”, se ufana el hoy ministro, que en 1999 fue jefe de campaña de la fallida intentona de Cavallo por llegar a la Presidencia: terminó tercero, detrás de Fernando de la Rúa y el peronista Eduardo Duhalde.